MISOFONÍA

Un recorrido a través de esta enfermedad

CASO 1

 

INTRODUCCIÓN

 

Paciente que acude a consulta médica aquejado de una fuerte crisis de ansiedad/estrés por una serie de ruidos que escucha en su entorno diario.

En ese momento, la persona ya estaba sometida a un tratamiento con medicamentos para la ansiedad y depresión por motivos ajenos a los problemas con los ruidos.

A continuación, vamos a poder leer lo que expresa el paciente en relación con su situación inicial y evolución en cuanto a la enfermedad que le diagnostican.

 

RUIDOS QUE ME AFECTAN

 

-Ruidos en el transporte por voces entre personas cuando hablan, juegos en los móviles sin que las personas usen auriculares/cascos, conversaciones telefónicas, sonido de la música y videos que escuchan los viajeros en sus móviles sin auriculares/cascos. Bastantes veces me he tenido que bajar por no aguantar más y luego continuar más tarde.

-Por mi trabajo de administrativo, ruidos en la oficina porque se habla continuamente y hay llamadas telefónicas cada dos por tres. No hay prácticamente momentos de tranquilidad para concentrarse. Ruidos cuando hay muchas personas tecleando al mismo tiempo el ordenador y por las personas que hablan cuando leen, tararean la música que escuchan o siguen con los pies el compás de esa música. Ruidos cuando abren las ventanas y se escuchan ruidos de la calle, niños jugando, gente hablando, pájaros piando,  perros ladrando, ….

-Ruidos en el comedor por la vecina de al lado que, por su sordera, pone la televisión con alto sonido durante casi todo el día y porque en las conversaciones en el comedor o telefónicas habla muy fuerte.

-Ruidos en la habitación que es mi estudio y en el resto de la casa por la vecina de arriba debido a su máquina de coser,  chirridos de sillas, arrastre de sillas y de muebles , golpes y caídas de cosas, todos ellos de forma continuada durante muchas horas al día, además del ruido cuando riega sus plantas a lo bestia con una manguera y da el agua en la chapa del techo de mi terraza. Taconeo/pisadas fuertes sobre el techo. Al igual que la vecina de al lado, también está sorda y, por su tono elevado, se escuchan perfectamente sus conversaciones telefónicas.

-Los ruidos en el patio por ladridos persistentes del perro de un vecino.

-Ruidos de las tuberías por los vecinos y de mi casa.

-El sonido alto de la música que ponen los vecinos.

-Ruidos en mi casa por tareas cotidianas de limpieza (aspiradora, golpes al barrer, lavado de cacharos, etc.). En casa, desde que era adolescente, por los problemas de ruidos para concentrarme, siempre he estado cerrando las puertas para intentar amortiguarlos, pero con la gata que ha traído mi mujer no puedo ahora. Está todo abierto incluso, menos en invierno, la terraza para que salga por lo que es como una misión imposible evitarlos.

-La lluvia cuando choca con el techo del balcón. Tengo que irme del salón.

-Ruidos desde mi balcón por las conversaciones de las personas que están en la calle que se paran a hablar a la altura de mi piso, las voces de las personas de la terraza de un bar y las voces de los niños jugando, ruido semanal por las máquinas de cortar los setos y el césped. Si estoy solo, prefiero pasar mucho calor en verano y cerrar las ventanas. Ruidos por cánticos continuados de pájaros, ruidos ensordecedores de chicharas (cigarras) en verano, perros ladrando, …

-Ruidos en la cocina por el sonido de palomas.

-Ruidos que hace el ventilador. Yo lo evito en casa, aunque pase calor.

-El goteo de los grifos mal cerrados.

-El sonido de la lavadora cuando centrifuga, de la nevera, batidora, la sartén cuando se fríen cosas …

-El ruido de los radiadores.

-Los ruidos de los maullidos, carreras y juegos del gato de mi mujer.

-Respiraciones con un sonido fuerte.

-Toses repetitivas.

-Las carrasperas continuas.

-Ruidos con la garganta por resfriados.

-Ruidos constantes de mi mujer con su nariz por su rinitis crónica por ejemplo por absorber los mocos por la nariz en lugar de expulsarlos. Continuamente tengo que alejarme de donde esté para no escucharlos.

-Ruidos en las comidas al masticar mi mujer. Intento muchas veces evitar comer con ella marchándome a otra habitación y cenar en otro momento.

-Ruidos de los cubiertos, vasos y platos cuando se tocan entre sí.

-Los ronquidos de mi mujer. Para huir de ellos duermo en un cuarto distinto.

-El toqueteo repetitivo de cosas con los dedos que hace mi mujer.

-El zapateo constante que hace una persona cuando mueve la pierna sin parar.

-Los pitidos constantes del tráfico de coches.

-El ruido del reloj del tic, tac. Quito los relojes de donde estoy y los llevo a otra habitación o los guardo en los muebles para no oírlos.

-Cuando intento dormir en el pueblo tengo que cerrar la ventana en verano para no aguantar los ruidos de las chicharas (cigarras).

-Ruido de la gente arrastrando los pies cuando camina.

-El ruido de mi mujer cuando, en verano, anda con chanclas en la casa. La he tenido que pedir que no ande con ellas.

-A veces me ha llegado a molestar el ruido que hace el coche al conducir mi mujer. Me he puesto tapones para no oír el ruido o hemos parado cuando, en realidad, no hubiera hecho falta.

-En general, multitud de sonidos cuando se suenan de forma repetitiva o continuada.

 

QUE ME PROVOCAN LOS RUIDOS

 

Nota:

Todo de forma extrema, excesiva, desproporcionada, con una altísima intensidad y sin posibilidad de controlarlo.

 

QUE ME CAUSAN LOS RUIDOS:

 

-Estrés, ansiedad, tensión muscular, nerviosismo.

-Ante los ruidos estoy como en ebullición, agitado, continuamente irritado. Es imposible relajarme.

-Dolor en el pecho y debajo del pecho, taquicardias en los momentos de ruidos que desaparecen cuando cesan, pero el dolor sigue de forma permanente. La sensación me da miedo por si me fuera a dar un infarto, pero por el tiempo que llevo parece que no es así, sino que forma parte de mi estado de salud por la ansiedad.

-Dolor, presión y pinchazos en el lado izquierdo del abdomen.

-Presión en el estómago como si se me encogiera, ardor, estomago revuelto, necesidad de ir muchas veces al día al servicio tanto para defecar como para orinar.

-Problemas al respirar, sensación de ahogo, al mínimo esfuerzo me falta oxígeno (como al agacharme a acariciar a la gata o jugar con esta solo unos pocos segundos).

-Sensación fuerte de calor, sudoración.

-Autolesiones en las extremidades por fuertes picores.

-Pensamientos muy violentos hacía los que provocan los ruidos (ganas de rajar a la persona que los provoca, sacarle las tripas, cortarle el cuello, estamparla contra la pared, liarme a hostias con ella, …). Reacciones agresivas/violentas hacia las personas. Continuas discusiones con las personas de mi entorno con fuertes voces y gritos, como si estuviera con ataques de locura dejando bastante asustadas a las personas. Este mes he tenido altercados con dos personas en la calle y con mi mujer con la que reaccioné de manera muy agresiva verbalmente acabando por destrozar mi móvil de tres golpes contra el suelo. Con frecuencia tengo esa violencia física con objetos, estampando cosas contra las paredes como el teclado, ratones u otros objetos y fuertes golpes en muebles o paredes incluso lesionándome la mano.

-Inquietud constante, angustia, impotencia, indefensión, bloqueo mental, falta de energía, frustración, inseguridad. La depresión me ha aumentado mucho con este problema, continuamente estoy con bajones, sin ganas de hablar, alicaído por todo ello y por no ver solución al problema. Verifico un montón de veces las cosas porque no me fío de haberlo hecho bien (lo que escribo, lo que leo, si he cerrado la puerta, el grifo,  apagado la luz…). Tengo problemas para comer, se me hace un nudo en al tragar, no me entra la comida.

-Sexo inexistente con mi pareja cuando antes, a veces, sí había con pastillas recetadas por el médico.

-Por problemas de concentración, imposibilidad de realizar tareas de esfuerzo mental aun siendo hobbies como, por ejemplo, estudio de asignaturas sueltas de formación profesional de documentación sanitaria, redacción de manuales, …; falta de atención, desorientación, frecuentes despistes, olvidos, dificultad para entender películas o artículos a poco que se empiecen a complicar.

-Otra cosa que me he dado cuenta es que mi cabeza está casi todo el tiempo con el tema de los ruidos. La mayoría de mis pensamientos giran en torno a ellos, sufro los ruidos y casi solo pienso en ruidos, como si estuviese viviendo una obsesión.

 

LÍNEA DE VIDA

 

Nací en 1974.

Mi vida fue normal hasta los 12 años, cuando a mi padre le trasladaron por trabajo a otra provincia, Madrid. Por otro lado, mi madre, ya desde antes, estaba en tratamiento psicológico y psiquiátrico y, de hecho, toda la vida ha estado acudiendo a médicos y tomando pastillas de todo tipo por ansiedad y depresión.

Al llegar a Madrid no tenía amigos con los que salir, tanto en el colegio como fuera de este. En el centro me hacían “mobbing”, no me dejaban jugar los otros niños por lo que siempre estaba solo en el patio.

En el instituto, a los 14 años, sí me fue bien con los compañeros de clase, aunque seguía sin amigos con los que salir. El problema estuvo en que al pasar al segundo curso no coincidí con ninguno de ellos y la clase a la que me tocó era prácticamente de repetidores. Era gente que no tenía nada que ver conmigo por lo que otra vez me pasé el curso sin amistades.

Yo, en esa época, era ya un chico muy tímido y estaba como fuera de juego socialmente.

Ya al final del instituto si coincidí con gente normal pero la timidez me bloqueaba. Por ejemplo, no fui ni a la fiesta de fin de curso que se hizo en una discoteca. Lo hubiera pasado fatal, aunque si me hubiera gustado ir. Me daba mucha vergüenza hablar con las chicas y chicos, con la gente en general. Era como que no sabía que decir, como si no pintase nada en medio de una conversación.

Es en esa época del instituto,  en la que cada vez son más difíciles los cursos, cuando empecé a tener problemas con los ruidos. Cuando estudiaba, siempre estaba, una y otra vez, cerrando las puertas de los pasillos y me enfadaba con mis padres y hermanas cuando ellos no lo hacían, que era continuamente. Los ruidos de la cocina, que estaba pared con pared con mi cuarto, eran insoportables. Los de correr el agua del grifo para fregar los cacharos, los sonidos de estos al golpearse, los de las tuberías y los de mi familia hablando en la cocina, en el comedor, por el pasillo o en sus cuartos con la puerta abierta. Era imposible concentrarse. Lo que podía hacer en treinta minutos lo hacía en dos horas y, al final, tenía que estudiar horas y horas, mucho más de lo normal para que me diera tiempo a aprender las cosas. Es allí cuando conocí los tapones para los oídos. Con los tapones tuve algo de mejoría, pero no era suficiente. Al final tuvieron que ponerme mis padres una mesa en su dormitorio para que estudiase más tranquilo. Era la habitación más alejada de todas y lo llevé mejor. Al descubrir los tapones mejoré mucho a la hora de dormir porque antes estaba siempre muy enfadado con mis padres ya que, al acostarnos, se dejaban la puerta abierta y no paraban de hablar. Yo, tanto para estudiar como para dormir, pegaba portazos para cerrar las puertas y les echaba la bronca a voces a mi familia para que entendieran que era eso lo que tenían que hacer, pero, cada dos por tres, estaban abiertas. Esta situación era muy agotadora tanto para mí como para mis padres. No sabían que hacer conmigo. Recuerdo una vez que estaban ya desesperados y mi padre dijo: “¡Pues si se tiene que morir que se muera!”. Esto era porque estudiaba horas y horas, llegando a dormir solo 4 horas en el último curso del instituto, pero no me quedaba más remedio si quería aprobar porque no asimilaba el contenido de las asignaturas por los ruidos.

Mi madre, por sus problemas de depresión y ansiedad, no estaba bien durante el día y era por la noche cuando estaba más activa. En ese momento, es cuando no paraba de hablar con mi padre lo cual me recordaba a cuando yo era pequeño y tenía que dormir con ellos en la misma habitación en el pueblo. no me podía dormir hasta que me agotaba. Era un suplicio ese mes de vacaciones por la noche porque hablaban y hablaban sin parar.

Al finalizar el instituto y empezar la universidad empecé a salir con dos compañeros del instituto cada 15 días, pero siempre hacíamos lo mismo. Dar una vuelta por un centro comercial, ver una película o cenar. Algo era, pero como siempre era igual no me sentía nada realizado. Estaba frustrado porque veía lo que hacían otros grupos de amigos y había más variedad, había chicas, ... . Uno de esos compañeros era mucho más tímido que yo y más bien éramos 3 pringados.

En la universidad seguí siendo una persona muy tímida sin relaciones sociales como para quedar fuera de la universidad. Es en esta etapa cuando me terminé de bloquear porque con mis dos amigos seguíamos en el mismo plan, no ligaba, no tenía sexo y, cuando a partir del tercer año empecé a fracasar en los estudios, es cuando tuve una fuerte crisis mental acabando en el año 2000 por dejar la universidad cuando solo me quedaba una asignatura. Fueron 4 años de agonía, depresivo totalmente, tirado por el suelo en casa, faltándome el aire, llorando, con continuas crisis de ansiedad, que me hacían no ir a la universidad o volverme a casa cuando estaba a mitad de camino. Acabé por no ir a la universidad la mitad de la carrera con el bestial esfuerzo que tuve que hacer en casa para estudiar. Acabé por estar 6 años para hacer segundo y tercero de la diplomatura de Empresariales. Cuando dejé la carrera a falta de una asignatura porque definitivamente me rendí (a pesar de que el lema para mis esfuerzos en aquella época era “mientras el cuerpo aguante” como cantaba Miguel Ríos) tuvo que venir a casa una psicóloga de la “Clínica López Ibor” para ver si reaccionaba, pero no fue así. Me habló de que estaba viviendo una etapa obsesiva compulsiva y que también podía estar en un caso de TDAH. No obstante, al final, por tres circunstancias que se dieron, pude acabar aprobando la carrera, pero con el cerebro “quemado”, mentalmente destrozado de manera que, por ejemplo, fue imposible, después de varios esfuerzos, sacarme el carné de conducir. A pesar de la cantidad de apuntes y libros que había estudiado en mi vida era imposible hacer un mínimo esfuerzo mental. Hasta el profesor me dijo que lo dejara porque era evidente que no conseguía mantener los contenidos en la mente. Solo aguantaba 2 o 3 semanas cada vez que lo intentaba.

Ese problema de no poder hacer esfuerzos mentales me ha perseguido desde que acabé la universidad. Cuando he tenido y tengo que hacer un importante esfuerzo mental ha sido y es un verdadero suplicio por no estar bien y solo poder hacer esfuerzos de poco tiempo como por impulsos. No he vuelto a tener bien la cabeza para esfuerzos desde entonces. Es como que di todo lo que tenía mentalmente hasta acabar la carrera y, desde entonces, se acabó mi energía mental.

Tras unos cuantos meses desde que finalicé la carrera, sin estar bien empecé a trabajar en trabajos esporádicos, pero seguía sin estar bien emocionalmente porque mis problemas de amigos y chicas/sexo seguían sin solucionarse. Me metí en el grupo de mi hermana con “calzador” y, tampoco me sentí realizado.

Ya en el año 2002 me pegó otro impresionante bajonazo ansiolítico depresivo y o empecé a tomar pastillas para ello. Siempre me negué antes a eso, pero ya sí que fue imposible. No podía ni comer. Me tomaba la mitad de los platos pasando un infierno por no poder casi tragar. Poco a poco, don las pastillas mejoré. Empecé por un médico privado y, en su día, fui a Salud Mental en el “Instituto José Germain” donde me intentaba ayudar una psicóloga, aunque no fue nada productivo. Después fui a una clínica privada de Móstoles, pero tampoco veía que me aportara nada. En todos los casos me hablaban de que tenía un trastorno obsesivo compulsivo y los privados me dijeron que parecía tener también TDAH y que por eso no me podía concentrar además de estar todo el rato activo sin descansar, pero no sé si lo tenía o no porque que dejé de ir a todos los médicos por no ver mejoría salvo por las pastillas.

Cerca de los 30 años, a pesar de mis depresiones y ansiedades, por una serie de circunstancias, me abrí un poco socialmente y, con 32 años, conocí a la que es mi mujer en la actualidad.

En los siguientes años tuve muchas crisis mentales porque no conseguía una estabilidad laboral. Con 34 años llevaba cerca de 20 experiencias laborales.

Conocer a mi mujer medio algo de bienestar emocional, tener más ocio y a perder un poco de inseguridad, timidez, etc. No obstante, yo seguía pensando en otras ideas como pajera, no la veía como mi prototipo y, en el 2008, volví a tener sufrir otro episodio de ansiedad y depresión que me llevó a estar muchos meses de baja por una crisis debido a no sentirme realizado con mi pareja, quería estar con otras mujeres, tener más sexo … . De hecho, deje la relación con mi pareja varios meses durante ese periodo de baja.

Desde que conocí a mi mujer nuestra vida sexual enseguida empezó a ser un fracaso. Ello se debía a ciertos aspectos en su forma de ser, sus problemas de fibromialgia y de dilatación vaginal y, en cuanto a mí, porque no conseguía mantener una erección suficiente. Nunca supe si lo mío era porque no me atraía lo suficiente sexualmente mi mujer y porque tomaba Fluoxetina (además de Deprax) o solo por esto último.

En 2010, cuando por fin había conseguido un trabajo indefinido en una multinacional trabajando en lo mío que es administrativo, tuve un grave estado de ansiedad y depresión por ruidos en el ambiente laboral (teléfonos, conversaciones de los compañeros, …) que, después de un tiempo intentando aguantar, me hicieron estar de baja médica y acabé siendo despedido.

Al final, en el 2011 me casé, pero seguía siempre con mis inestabilidades emocionales, dudas y sin poder mantener relaciones sexuales satisfactorias hasta que años después me dieron Viagra y, como no funcionaba, luego Citax. Con este último medicamento algo mejoré.

En 2015 cayó mi padre enfermo tras sufrir varios ictus y decidí trabajar menos horas para poder atenderle junto con mi madre y hermanas. Se quedó sin poder moverse, ciego y sólo hablaba frases muy cortitas o palabras sueltas. Al final ha estado así muchos años, pasándole él mal y nosotros también porque hemos estado viendo cómo, durante casi ocho años, se iba deteriorando, poco a poco, cada vez más, quedándose muchos años postrado en la cama y ya, en los últimos tiempos de vida, como si no estuviera, ausente, solo comía, no decía ninguna palabra. Al final ha fallecido en diciembre de 2023. Los ocho años han sido un desgaste emocional bestial.

En esos años mi mujer y yo queríamos tener un hijo. Por los problemas que teníamos para mantener relaciones sexuales era imposible por lo que, finalmente, decidimos optar por una clínica privada de reproducción asistida. Hicimos un gran esfuerzo y, entre el tratamiento y medicinas, nos gastamos cerca de 8.000 euros. El caso es que el tratamiento fue un fracaso y no pudimos tener el niño con lo que nos dio otro bajonazo depresivo.

En 2019, mi mujer, que ya padecía de fibromialgia y depresión, cayó enferma y acabo siendo despedida. Tras la baja médica, la Seguridad Social la reconoció una incapacidad permanente total para su trabajo por espondiloartritis axial periférica y, también, la fue reconocida la discapacidad por la Comunidad de Madrid. Tanto la fibromialgia como la espondiloartritis axial periférica la hacen requerir, además de los medicamentos propios de estas enfermedades, entre los que hay algunos biológicos, el tomar antidepresivos y ansiolíticos para ayudarla a sobrellevar su cuadro médico. Tras varios años en los que no han tenido mucho éxito los distintos tratamientos biológicos a los que se ha sometido, en los últimos tiempos ha conseguido empezar a trabajar una jornada parcial, varios días a la semana, en un Centro Especial de Empleo que contrata a discapacitados. Sus problemas de salud la hacen depender de mí para ciertas tareas y cuidados personales como asearla en parte. Además, por sus enfermedades, está alrededor de 15 horas al día en la cama lo que me hace estar solo grandes partes del día, sin planes y con un alto grado de depresión. Es como que mi vida es que pasen los días, uno tras otro sin disfrutar nada o casi nada. Es absurdo vivir una vida así, no le encuentro el sentido. Estoy porque me trajeron mis padres y estaré hasta que me toque, pero ¿para qué?

También en 2019, tras dos años con un fuerte estado de ansiedad, dejé el trabajo en el que llevaba 8 años y, desde ese año, lo he pasado muy mal mentalmente por la cantidad de trabajos que he realizado sin conseguir una estabilidad laboral y por los problemas económicos por los huecos de tiempo entre trabajo y trabajo. Más de 20 experiencias he tenido desde entonces.

En cuanto al tema de los ruidos, además del episodio del 2010, desde que me casé en 2011 empecé a tener problemas con vecinos por ruidos y con mi mujer por sus problemas de alergias, su rinitis crónica y sus ronquidos. Me acostaba todo estresado por si empezaba a roncar antes de quedarme dormido y por los ruidos que antes de eso hacía por no respirar bien debido a su rinitis. Años después se tuvo que ir a otro dormitorio para que yo pudiera descansar y no me diera la ansiedad que me daba. Llegaba al trabajo muy cansado por dormir muy poco y mal. También, al margen del episodio del 2010, es desde el año 2019 hasta ahora, cuando el tema de los ruidos me ha provocado un calvario en los trabajos de administrativo por el alto número de llamadas de teléfono que hay en estos entornos, por las conversaciones continuas entre compañeros, ruidos de teclados cuando hay mucha gente, personas que hablan cuando leen, etc. Todo ello ha hecho que mi nivel de productividad estuviera lejos del de otros compañeros, lo cual me ha conllevado a hacer continuos sobreesfuerzos para intentar acercarme todo lo posible a sus niveles. No era un problema de dificultad de la tarea, sino que era yo el que no rendía porque mi mente no dejaba de estresarse por los ruidos y no podía concentrarme en mi trabajo teniendo que hacer revisiones una y otra vez a lo que hacía. Estas situaciones me han llevado a tener enfrentamientos con agresividad verbal hacia compañeros en varias empresas. En esos casos, según mis compañeros sí que había jaleo y era exagerado, pero no tanto como “saltar” como lo hacía yo, aunque me era imposible evitarlo. También he tenido que hablar muchas veces con jefes por fuertes ataques de ansiedad dentro de la jornada porque veían el problema del bajo rendimiento y notaban que algo me pasaba.

Por su parte, ya el año 2023 es cuando se ha descontrolado totalmente mi cabeza por los ruidos.

 

ESTRATEGIAS QUE USO ANTE SONIDOS DESAGRADABLES

 

-Usar tapones para dormir. He probado de todo tipo (espuma, cera, silicona, ...).

-Recurrir a escuchar la televisión con cascos con cancelación de ruidos.

-Subir la televisión para no escuchar la de la vecina de al lado que la pone muy alta por estar sorda.

-Simultáneamente, pero solo a ratos por problemas para aguantarlos, ponerme tapones y cascos de obra para amortiguar ruidos.

Nota: No conviene que, durante el día, utilice de forma muy continua y constante tapones y cascos, porque, además de los problemas de dolor de oídos que ya tengo por todo el tiempo que utilizo y he utilizado los tapones desde hace 35 años para dormir y estudiar y por la presión en las orejas de los cascos que también me causa molestias que dificultan la concentración, si abuso de estos dispositivos, al quitármelos, los ruidos que me molestan se potenciarían más como me ha indicado la psicóloga.

-Llamar la atención a vecinos con los que se puede dialogar para tratar que hagan menos ruidos.

-Estudiar o hacer las cosas en otras habitaciones distintas a las que usaría normalmente.

-Hacer cosas que requieran salir a la calle con el fin de evitar todo lo que pueda los ruidos que me molestan en mi domicilio. También, irme a la calle sin que tenga ninguna cosa que hacer, solo por no estar en casa.

-Huir, cada dos por tres, por la excesiva cantidad de veces que se dan los ruidos y duración de estos, de una zona a otra de mi casa buscando una zona sin ruidos o con los menos posibles.

-Irme a otra habitación cuando mi mujer hace ruidos por la alergia, por su rinitis crónica y al beber o comer.

-No dormir con mi mujer por los ruidos de sus ronquidos.

-Muchas veces, comer después de mi mujer.

-Cerrar, todas las veces que pueda, ventanas y puertas de mi casa.

-No poner el ventilador.

-Cambiarme de vagón o bajarme del transporte público en algunas paradas y continuar más tarde.

-Una estrategia a la que, salvo excepciones, no puedo recurrir sería la de escuchar música en el trabajo, pero, generalmente, mis trabajos requieren no utilizar tapones ni auriculares por el alto grado de interacción con otras personas y, además, soy una persona a la que nunca le ha gustado escuchar música, al margen de que considero que una persona que escucha música en el trabajo no produce todo lo que se puede producir, me parece no ser un buen profesional.

-Cambiar el turno de trabajo.

-Quejarme a los jefes de los ruidos que hacen los compañeros.

-Despedirme de trabajos por no aguantar más los ruidos que hay en los mismos.

-Intentar evitar las situaciones en las que haya o pueda llegar a haber ruidos que me puedan molestar.

-Para la gata de mi mujer, comprar una fuente de agua con sensor de movimiento para que el ruido del agua del grifo de la fuente me moleste lo menos posible.

-Pensar o hacer algunas cosas muy importantes y necesarias de madrugada o antes del amanecer para, así, evitar los ruidos que me molestan de forma tan negativa durante el día.

-Desistir de hacer muchas cosas que me requieran concentración o esfuerzo mental como, por ejemplo, evitar leer a no ser que sean cosas sencillas que no requieran razonar o pensar. Otro ejemplo ha sido evitar estudiar todo lo que me hubiera gustado lo cual me ha perjudicado en mi desarrollo profesional. Este año lo volví a intentar, pero, al final, por problemas para concentrarme, al no avanzar de forma adecuada en el aprendizaje de los temas por problemas para retener lo aprendido, sin ni siquiera llegar a presentarme a ningún examen, tuve que dejar de estudiar las tres asignaturas de las que me matriculé del Grado Superior en Técnico de Documentación Sanitaria. Me lo planteé como una afición, no como una obligación, pero, aun así, no he podido conseguirlo, aunque solo eran unas pocas asignaturas.

-Por consejo de la psicóloga, aunque no está directamente relacionado con los ruidos pero sí de forma indirecta ya que, al tener una mente y cuerpo más saludables es posible afrontar, con mayor energía y vitalidad, los problemas que tenga ya o me puedan surgir en un futuro; intento salir a andar todos los días entre cuarenta minutos y una hora, hacer natación dos días a la semana, la misma frecuencia con pilates, escaparme algunas veces fuera de la ciudad, tener un alimentación equilibrada y descansar bien por las noches, acostándome a una hora razonable.